El ejercicio físico supone un estímulo estresante para el organismo de forma aguda. De hecho, inmediatamente tras una sesión de ejercicio se observa una respuesta inflamatoria, un aumento de marcadores de estrés oxidativo e incluso daño celular (pequeñas micro-roturas fibrilares). Existen numerosos métodos que buscan disminuir estos mecanismos, ¿pero es recomendable disminuir esa respuesta?
Como hemos mencionado, el ejercicio aumenta de forma inmediata la producción de radicales libres con el consiguiente estrés oxidativo. La suplementación con vitaminas/antioxidantes es una estrategia ampliamente popular entre aquellos deportistas que buscan evitar este proceso. Sin embargo, aunque es cierto que grandes niveles de estrés oxidativo mantenidos a largo plazo pueden resultar en consecuencias negativas para el organismo, se ha observado que la producción de radicales libres que ocurre durante el ejercicio es necesaria para la activación de diferentes procesos a nivel celular que desencadenan las adaptaciones al entrenamiento (Merry and Ristow 2016). Así, disminuir el estrés oxidativo tomando suplementos vitamínicos disminuiría las adaptaciones (es decir, mejoras) producidas (Paulsen et al. 2014).
De forma similar, muchos deportistas llevan a cabo estrategias como la aplicación de frío tras el entrenamiento o la toma de fármacos anti-inflamatorios para reducir el estrés que produce el ejercicio en nuestro organismo, especialmente con el fin de evitar el dolor que provocan las pequeñas micro-roturas musculares (agujetas). En el caso del frío, se utiliza bajo la hipótesis de que su aplicación disminuye la percepción de dolor mediante una reducción de la velocidad de conducción nerviosa, reduciendo además el flujo sanguíneo y limitando la producción de inflamación y edema. Sin embargo, aunque esos beneficios pueden ser reales a corto plazo, se ha observado que su aplicación tras las sesiones de ejercicio de forma rutinaria no solo disminuye la inflamación sino también las adaptaciones musculares (ganancia de fuerza y masa muscular) obtenidas con el entrenamiento (Roberts et al. 2015).
Algo parecido ocurre en el caso de los fármacos anti-inflamatorios/analgésicos, especialmente los inhibidores de la ciclooxigenasa como el Ibuprofeno o el paracetamol. La toma de estos fármacos de forma previa al ejercicio podría llegar a mejorar el rendimiento por su función analgésica, aumentando por tanto la tolerancia al esfuerzo extremo. Sin embargo, al disminuir la inflamación asociada al ejercicio y la actividad de la ciclooxigenasa, se ha observado que a largo plazo se verían reducidas las adaptaciones musculares obtenidas con el entrenamiento (Lundberg and Howatson 2018).
Así, estos ejemplos ponen de manifiesto la necesidad de que se produzcan al menos niveles mínimos de estrés en el organismo para obtener las adaptaciones deseadas. Aunque estrategias como la suplementación con anti-oxidantes, la aplicación de frío o la toma de anti-inflamatorios post-ejercicio pueden aportar beneficios a corto plazo, por ejemplo permitiendo una rápida recuperación entre sesiones de ejercicio o etapas, es importante tener en cuenta que pueden disminuir también las ganancias producidas a largo plazo.
REFERENCIAS
Lundberg TR, Howatson G (2018) Analgesic and anti-inflammatory drugs in sports: Implications for exercise performance and training adaptations. Scand J Med Sci Sport 1–11. doi: 10.1111/sms.13275
Merry TL, Ristow M (2016) Do antioxidant supplements interfere with skeletal muscle adaptation to exercise training? J Physiol 594:5135–5147. doi: 10.1113/JP270654
Paulsen G, Cumming KT, Holden G, et al (2014) Vitamin C and E supplementation hampers cellular adaptation to endurance training in humans: A double-blind, randomised, controlled trial. J Physiol 592:1887–1901. doi: 10.1113/jphysiol.2013.267419
Roberts LA, Raastad T, Markworth JF, et al (2015) Post-exercise cold water immersion attenuates acute anabolic signalling and long-term adaptations in muscle to strength training. J Physiol 593:4285–4301. doi: 10.1113/JP270570
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